lunes, 7 de septiembre de 2009

INJUSTICIA

Contra los colegios de pago estaban los colegios públicos. Contra la mansedumbre social, la rabia y los partidos políticos clandestinos. Contra la ignorancia, los libros. Contra el hambre, nada. Contra la falta de medios, la imaginación.
La falta era tan grande que todo el mundo servía para todo. Todo era útil, desde una caja vieja, hasta unos azulejos tirados como escombro, un peine usado, una camisa rota, la verdura putrefacta. El ocio a menudo consistía en correr tras las ratas y las culebras de la escombrera, o en hacer un enorme fuego. Un enorme fuego redentor con papeles, cajas viejas y trozos de madera.
El fuego unía las miradas de los niños, aunaba almas perdidas. El fuego era algo obnubilante y evasor. La candela del barrio lograba unir a cerca de veinte niños a su alrededor. Ése era el momento de los sueños, de las frustraciones con consecuencias perversas, de las tramas contra el sistema. Una idea muy díscola se estaba instalando entre nosotros. Dionisio, Nando y Lolo planeaban alguna actividad no precisamente lícita. Entre los tres sabían romper un cristal sin ruido, hacer un puente en un coche y conducir. Pero faltaba un factor sistémico. Alguien tenía que vigilar un garaje mientras daban el palo. Del corro nadie sobresalía, a pesar de las ganas de arrimarse al fuego, con el frío de aquella noche. Hacía falta un valiente que arriesgase el tipo por robar un buga. Alguien con agallas que soportase la presión barométrica en el momento fulminante. Di un paso hacia el fuego y me ofrecí como un ciego en una partida de dardos. No tenía ni puñetera idea de lo que estaba haciendo, pero, qué cojones había que dejar de ser un niño, superar el rito de iniciación que, como todo el mundo sabe, es diferente dependiendo de la latitud y las coordenadas sociales en que cada uno se encuentra.
Bebimos casi cinco litros de cerveza. Eran las dos de la mañana. El frío se comía a dentelladas a las farolas. Siguiendo un plan parsimoniosamente urdido, cuatro ladrones, un noche de invierno y un pobre 1430 Special iban a emprender un viaje hacia la nada, hacia el fin de la infancia, al principio de toda la rabia, a la inconsciencia prematura, a la luz de un futuro ya pasado, que empezaba por proyectar sombras alquímicas de lo que nunca llegaríamos a ser. Al final, la autopista, el sueño de escapar de todo, incluso de la infelicidad.

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